Era una tarde calurosa y aburrida en la casa de los abuelos de Luisa, una niña que había ido a pasar las vacaciones con su familia al campo.

Luisa estaba sentada en el porche, mirando el paisaje seco y monótono, mientras sus primos jugaban a la pelota en el patio trasero. Ella no tenía ganas de jugar con ellos, pues eran más grandes y rudos que ella, y siempre la dejaban fuera de sus juegos.

De pronto, se le ocurrió una idea. ¿Por qué no jugar al escondite? Era un juego divertido y sencillo, que podía hacer más interesante los rincones de la casa vieja.

Luisa se levantó y fue a buscar a sus primos. Eran cuatro: Pedro, el mayor; Ana, Carlos y José. Luisa les propuso jugar al escondite, y ellos aceptaron, pero sin mucho entusiasmo.

Pedro exigió que Luisa contara primero y ella acepto con gusto exclamando que nadie debía hacer trampa.

Luisa se tapó los ojos y comenzó a contar hasta cien. Mientras tanto, sus primos salieron corriendo a buscar un lugar donde esconderse.

Pedro entró a la casa y subió al piso de arriba, donde había una habitación vacía con un closet grande. Se metió dentro y cerró la puerta.

Ana fue al anexo y se escondió detrás de unos sacos de café. Carlos se metió debajo de la camioneta inservible del abuelo, que estaba estacionada en el garaje. Y José se subió a un árbol frondoso que había a un costado de la casa.

Luisa terminó de contar y gritó que nadie debía moverse.

Abrió los ojos y comenzó a buscar a sus primos. Primero fue al patio trasero, pero no vio a nadie. Luego entró a la casa y revisó la sala, la cocina y el baño. Tampoco encontró a nadie.

Subió y entró a la habitación vacía. Vio el closet y pensó que alguien podría estar ahí. Se acercó y abrió la puerta. Pero no había nadie dentro del closet. Solo había ropa vieja y polvo. Se quedó confundida. Estaba segura que alguien estaba allí.

Salió de la habitación y siguió buscando por el resto de la casa. No encontró a nadie.

Bajó a planta y salió al porche. Miró hacia el anexo y vio que la puerta estaba entreabierta. Pensó que alguien podría estar ahí.

Caminó hacia el anexo y entró. Había poca luz y olor a café. Luisa vio unos sacos de cafe en una esquina y se acercó. Pero no había nadie detrás de los sacos. Solo había ratas y cucarachas. Se asustó y salió corriendo del anexo.

Fue al garaje y miró debajo de la camioneta del abuelo. Pero no había nadie. Solo había aceite y basura. Luisa se frustró.

Salió del garaje y rodeo la casa hasta llegar al costado en que se encontraba un árbol frondoso. Lo miró y vio una silueta entre las ramas. Pero no era nadie. Solo había un espantapájaros con un sombrero viejo.

Luisa se enojó, se dio cuenta de que había buscado por toda la casa y no había encontrado a nadie. ¿Dónde estaban sus primos? ¿Qué les habría pasado? ¿Por qué no salían?

Luisa comenzó a llorar y a gritar que salieran de sus escondites, que eso no tenía gracia, que no era divertido.

Pero nadie le respondió. Se sintió sola y asustada. Se arrepintió de haber propuesto jugar al escondite. Se preguntó si sus primos se habrían ido a otro lugar sin avisarle o si algo malo les habría ocurrido.

De pronto, escuchó un ruido detrás de ella. Se volteó y vio a sus primos parados en el porche, sonriendo maliciosamente.

Luisa se quedó paralizada. No podía creer lo que veía. Sus primos estaban ahí, sanos y salvos, pero con una expresión maligna en sus rostros. Tenían los ojos rojos, los dientes afilados y las uñas largas. Parecían unos monstruos.

Preguntó que pasaba y Pedro le respondió que no pasaba nada, que solo estaban jugando.

Carlos, agregó que era un juego muy especial, que nunca olvidaría. Luisa asustada dijo que no entendía.

Ana respondió, que no debió meterse con ellos, porque además de ser sus primos, eran su peor pesadilla. Y los cuatro se abalanzaron sobre Luisa, dispuestos a devorarla.

It was a hot, dull afternoon at the home of Luisa's grandparents, a little girl who had gone to spend the vacations with her family in the countryside.

Luisa was sitting on the porch, looking at the dry, drab landscape, while her cousins played ball in the backyard. She didn't feel like playing with them, for they were bigger and rougher than she was, and always left her out of their games.

Suddenly an idea occurred to him: why not play hide-and-seek? It was a fun and simple game that could make the corners of the old house more interesting.

Luisa got up and went to look for her cousins. There were four of them: Pedro, the oldest; Ana, Carlos, and José. Luisa proposed a game of hide-and-seek, and they accepted, but without much enthusiasm.

Pedro demanded that Luisa count first and she gladly accepted, exclaiming that no one should cheat.

Luisa covered her eyes and began to count to a hundred. Meanwhile, her cousins ran off to find a place to hide.

Pedro entered the house and went upstairs, where there was an empty room with a large closet. He went inside and closed the door.

Ana went to the annex and hid behind some coffee sacks. Carlos crawled under his grandfather's useless truck, which was parked in the garage. And José climbed a leafy tree on the side of the house.

Luisa finished counting and shouted that no one should move.

She opened her eyes and started looking for her cousins. First, she went to the backyard but saw no one. Then She went into the house and checked the living room, kitchen, and bathroom. He also found no one.

She went upstairs and entered the empty room. She saw the closet and thought someone might be in there. She walked over and opened the door. But there was no one inside the closet. There were only old clothes and dust. She was confused. She was sure someone was in there.

She left the room and continued to search the rest of the house. She found no one.

She went downstairs and out onto the porch. She looked toward the annex and saw that the door was ajar. He thought someone might be there.

She walked to the annex and entered. There was little light and the smell of coffee. Luisa saw some sacks of coffee in a corner and approached. But there was no one behind the sacks. There were only rats and cockroaches. He got scared and ran out of the annex.

She went to the garage and looked under Grandpa's truck. But there was no one there. There was only oil and garbage. Luisa was frustrated.

She left the garage and went around the house until he came to the side where a leafy tree stood. She looked at it and saw a silhouette among the branches. But it was no one. There was only a scarecrow with an old hat.

Luisa became angry, she realized that she had looked all over the house and found no one. Where were her cousins? What had happened to them? Why didn't they come out?

Luisa began to cry and scream for them to come out of their hiding places, that this was not funny, that it was not funny.

But no one answered her. She felt alone and scared. She regretted having suggested playing hide-and-seek. She wondered if her cousins had gone somewhere else without telling her or if something bad had happened to them.

Suddenly, she heard a noise behind her. She turned and saw her cousins standing on the porch, grinning mischievously.

Luisa was paralyzed. She could not believe her eyes. Her cousins were there, safe and sound, but with an evil expressions on their faces. They had red eyes, sharp teeth, and long fingernails. They looked like monsters.

She asked what was going on and Pedro replied that nothing was going on, that they were just playing.

Carlos added that it was a very special game that he would never forget. Luisa, scared, said she did not understand.

Ana replied that she shouldn't have messed with them, because besides being her cousins, they were her worst nightmare. And the four of them pounced on Luisa, ready to devour her.