El misterio del banco - Audio cuento

Desde hace tiempo he venido con las ganas de escribir un cuento de vaqueros o cowboys. Soy un fanático de esas historias, películas y todo aquello que tenga que ver con el western.

Este cuento, nace después que descubrí a una persona que aparentaba ser alguien inocente e inofensivo, pero que en realidad era todo lo contrario.

Una historia creada con mucho amor para divertirme y divertirlos, que nos recordará que no siempre lo que tenemos de frente es la verdad.

Tu comentario será siempre bienvenido, me servirá de motivación y para corregir las deficiencias.

Y sí, deseas que toque algún tema en un cuento, con mucho gusto lo haré; mis seguidores son los que mandan.

A continuación la versión escrita:

Había una vez un pequeño pueblo solitario en medio del desierto, rodeado de cactus y polvo. La gente del pueblo era amable y trabajadora, pero su vida cotidiana era aburrida y monótona.

El sheriff, un hombre alto y fornido con un bigote espeso y un sombrero de vaquero, era el único encargado de mantener la paz en el lugar.

Un día, un bandido alias el Pichón y su banda llegaron al pueblo con la intención de robar el banco y hacerse ricos.

El banquero, un hombre pequeño y regordete, con un bigote fino y lentes redondos, estaba aterrorizado. Solo dependía del sheriff y su par de alguaciles.

El Pichón y su banda se dieron cuenta de que no iban a poder contra el sheriff, sabían que era un hombre tenaz y que les daría pelea.

Entonces, al Pichón se le ocurrió la idea de secuestrar a la hija del banquero, una joven hermosa y rebelde llamada Calamity Jane. El Pichón y su banda la llevaron a un lugar secreto en las afueras del pueblo.

Paso seguido, el Pichón mandó a unos de sus secuaces a que le entregará un mensaje al banquero. En el mensaje le decía, que debía presentarse en el sendero del Piojo hambriento con todo el dinero del banco. Eso lo debía hacer al amanecer del siguiente día.

Por supuesto, todos sabemos que los malhechores, cuando mandan un mensaje, solicitan que los representantes de la ley no deben estar enterados.

El banquero, al leer el mensaje, subió sus anteojos con el dedo más grande de su mano derecha y con su pañuelo blanco, secó su frente que había comenzado a sudar.

De repente, el sheriff, que se había enterado del secuestro de la damisela, entró a la oficina del banquero. Este se asustó por la forma intempestiva con que entró el sheriff y dejó caer la nota con el mensaje.

El sheriff, que era un hombre muy astuto, vio cuando caía el papel, lo atajó y lo colocó en el escritorio del banquero, no sin antes activar su ojo más tremendo y leer lo allí escrito.

-Con que tienes una cita y no me lo ibas a decir. –Expreso el sheriff.

-Ppppeeero John, ¿Qué has hecho? No debías enterarte de lo que decía el mensaje. –Respondió el banquero.

A lo que el sheriff contesto:

-No te preocupes Charles, cumple con la cita que de los demás me encargo yo.

El banquero estaba en estado de pánico y el sheriff lo sabía. Para calmarlo, le expresó una frase que le había robado a su amigo John Wayne:

“El valor es tener miedo a la muerte y ensillar de todos modos”

Y salió de la oficina.
El sheriff se encargó de rastrear al Pichón y su banda, pero no pudo encontrarlos. Mientras tanto, la gente del pueblo estaba asustada y no sabía qué hacer.

Llegó el amanecer y allí, en el sendero del Piojo hambriento, estaba el banquero, cumpliendo con la cita.

El Pichón, que se encontraba escondido en unas rocas que estaban sobre el sendero, envió a uno de los integrantes de la banda para que revisara al banquero y le quitara el dinero.

Teté, el tartamudo de la banda y del que todos se burlaban, fue de inmediato y cumplió su misión. El Pichón abrió el maletín y vio que estaba vacío.

Bajó de la roca y se le presentó de frente al banquero con el maletín abierto, indicándole que allí no había nada.

El banquero, tartamudeando más que Teté, le dijo que en el banco no había dinero, que él lo había tomado para reparar la casa y que lo que había sobrado estaba en el maletín.

El Pichón se quitó el sombrero lleno de polvo, volteo para donde estaba su banda, se rascó la cabeza y dijo:

-Resulta que el banquero, el hombre en que todo un pueblo confía, se robó el dinero de sus ahorristas. Tú eres peor que nosotros, aquí no hay nada. –Gritó a toda voz el Pichón.

De inmediato aparecieron el sheriff y sus alguaciles con las armas desenfundadas, gritando a todos que levantaran las manos.

El banquero gritó que aprendieran al Pichón y este dijo que el banquero había robado el banco.

El sheriff habló:

Yo sabía todo lo del banquero, pero no tenía pruebas. Ahora tengo una confesión y testigos de ello, y ustedes, forajidos de pacotilla, irán a la cárcel por tontos, por secuestrar a la hija del banquero. Sé que son un grupo de payasos que habían perdido su trabajo en un circo y que tomaron la mala decisión de probar suerte como ladrones.

La hija del banquero regresó al pueblo ilesa, pero avergonzada por lo que había hecho su padre.

El sheriff, antes de que el pueblo se sublevara por la pérdida de su dinero, les prometió que el seguro del banco les respondería por sus ahorros.

El banquero y los payasos fueron declarados culpables y la sentencia del juez fue que debían limpiar de por vida, los excrementos regados por las bestias en todo el pueblo.

Desde ese día, los habitantes del pueblo aprendieron que las apariencias pueden engañar.

El sheriff, una vez más, fue homenajeado por su eficiencia en sus funciones.

En el sendero del Piojo hambriento, escondido entre las rocas, estaba Teté, contando el dinero que tomó del maletín.

Las apariencias engañan.