Regresé al lugar que había evitado durante tanto tiempo, el lugar donde las olas chocaban contra la orilla con la misma cadencia con la que mi corazón se debatía en una tormenta interna. Mis amigos estaban a mi lado, lanzando piedras al mar como si intentaran enviar sus preocupaciones con cada lanzamiento. Les confesé mi desconcierto, mi sensación de estar perdido en un laberinto de emociones que no podía comprender. Ellos asintieron en silencio, reconociendo la pesadez de mis palabras con gestos comprensivos, como si estuvieran acostumbrados a mi lucha interna.

Me sentía como un niño petulante, insatisfecho con mi propia existencia, con un vacío en el corazón que no podía llenar con nada material. Aquella noche, mientras regresaba a casa, un joven músico callejero cruzó mi camino, pidiendo limosna con la triste melodía de su guitarra. Le entregué algo de dinero, pero su breve encuentro desvió mi rumbo hacia una calle poco transitada, donde resonaba una canción que parecía emanar del alma misma de los cantantes. Dos hombres desgarraban sus voces al interpretarla, como si cada nota fuese una puñalada en el corazón.

Aquella melodía se coló en mi mente como un susurro persistente, recordándome que incluso en medio de la oscuridad más profunda, hay belleza en la música y en las palabras que llevan consigo. Con el tiempo, entendí que a veces la vida nos lleva por caminos difíciles para enseñarnos lecciones que de otra manera nunca aprenderíamos. Aprendí a caminar con más calma, a aceptar las cosas que no puedo cambiar y a valorar las pequeñas bendiciones que cada día nos regala. Desde entonces, esa canción se quedo en mi mente, recordándome que incluso en los momentos más difíciles, hay esperanza y belleza si aprendemos a escuchar.

De nada sirve el porqué 🤷‍♂️
De nada sirve el valor 💔
De nada sirve volver 🔄
De nada sirve el adiós 👋
Seguro de nada sirve 😔
Yo me pregunté hasta cuando
Te querré como hasta hoy
Vos me enseñaste llorando
Que de nada sirve el adiós 😢

Podré caerme a pedazos, pero acá siempre estás vos 🧩
Me gusta lo que no tengo
Y quiero lo que no doy 🔄💭
No me comprendo a mí mismo
No sé entregarte la vida, tampoco vivir sin vos 🌌💔

I returned to the place I had avoided for so long, the place where the waves crashed against the shore with the same rhythm as my heart battled in an internal storm. My friends were by my side, skipping stones into the sea as if trying to cast away their worries with each throw. I confessed my bewilderment to them, my feeling of being lost in a labyrinth of emotions I couldn't comprehend. They nodded in silence, acknowledging the weight of my words with understanding gestures, as if they were accustomed to my internal struggle.

I felt like a petulant child, dissatisfied with my own existence, with a void in my heart that could not be filled with anything material. That night, on my way back home, a young street musician crossed my path, begging for alms with the melancholic melody of his guitar. I gave him some money, but our brief encounter diverted my route to a less traveled street, where echoed a song that seemed to emanate from the very souls of the singers. Two men tore their voices as they performed it, as if each note were a stab in the heart.

That melody crept into my mind like a persistent whisper, reminding me that even in the deepest darkness, there is beauty in the music and in the words they carry. Over time, I understood that sometimes life leads us down difficult paths to teach us lessons we would never learn otherwise. I learned to walk with more calmness, to accept the things I cannot change, and to appreciate the small blessings that each day brings. Since then, that song remained in my mind, reminding me that even in the toughest moments, there is hope and beauty if we learn to listen.