El oficio de viajar capitulo I "La cosecha"

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    esperanzac

    Published on Sep 08, 2021
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    Hace algunos días, andando por el desierto de Coahuila en México, se me vino a la mente el titular "el oficio de viajar". Le dije a mi compañero @palimanali -voy a escribir en hive!- Y elegí publicar en Aliento ya que en sus reglas habla de publicar solo temas que nos apasionen...pues aquí voy.

    Lo fui demorando, porque la verdad es que no sé muy bien por dónde iniciar el relato.
    De por sí, hablar del viaje como un oficio, dice mucho. Y siento que requerirá de varios capítulos.

    No existe una única manera de viajar (como no existe una única manera de hacer cualquier otra cosa en esta vida).
    Se puede viajar en avión, en barco, en tren, en bus, en auto, a pie (mochila al hombro), a caballo...con dinero, sin dinero...chambeando en el camino o sustentado por algún ángel guardián. Por poco o largo tiempo. Sola, en manada.. en pareja, con hijes, con mascotas... Visitando ciudades, o explorando la naturaleza y los pequeños pueblos.

    Yo voy a escribir acerca de mi experiencia (y algún otro poco inventado), pues entonces les puedo contar acerca del oficio de viajar en un bochito por largo tiempo, en pareja, con un gatito, chambeando en el camino...explorando la naturaleza, buscando siempre el agua, y conociendo pueblitos escondidos en rincones a los que solo se llega por puro destino.

    En este rubro de viaje se entrelazan muchísimos factores. Uno de ellos, la alimentación:

             **"La cosecha**
    

    Viviendo en la isla, donde está plantado mi rancho y enraizado un pedacito de mi corazón, disfrutaba ratos de los días trabajando la tierra. Su aroma húmedo, su tacto. Solía decir que el barro no ensucia, decora
    Formaba parte de mi rutina sembrar alguna semillita para observarla..despertarme cada mañana y mirar el montoncito de tierra hasta de pronto descubrir el milagro del pequeño brote abriéndose camino, buscando la luz y el calor para crecer.
    En la isla el trabajo del cultivo es complicado, ya que al ser tierras inundables, es preciso sembrar en altura...para eso armamos albardones como de un metro y medio por encima del nivel del río. No vaya a ser cosa que venga la marea y se lo lleve todo...
    En casa disfruté de cultivar tomate, lechuga, albahaca, perejil, zanahoria, repollo, maíz, habas, cebollín, amaranto, rabanito (el que primero crece y abunda) alguna que otra papita, y demás hiervas aromáticas y medicinales como la ruda, o el extrañado burrito para el mate (que llegó de un viaje al norte), menta, toronjil..
    Por supuesto que cada septiembre las semillitas de Santa María ocupan su lugarcito en pequeños almácigos, y al correr los meses y hacerse fuertes, pasarán a la tierra, hasta florar y ser cultivadas cerca de mi cumpleaños (25 de marzo, celebramos).
    En otoño, los nogales estallan y toca salir a reptar para juntar las infinitas nueces.
    Los árboles frutales cítricos allí se dan bien porque el suelo es ácido, entonces cada fin de año es una fiesta de ciruelas -que se convertirán en dulces, licores, pasteles, compotas, todo lo que la mente alcance a idear, porque la cosecha es abundante)...
    En invierno se cosecha el limón, la naranja, mandarina, pomelo (para combatir el frío), algún membrillo...y cada año va creciendo la familia de arbolitos.
    El manjar son las girgolas, hongos deliciosos que crecen en sauces o álamos, disfrutando de la humedad del delta. Dos veces al año los senderos se bañan de honguitos y es una fiesta.
    Viajando...se extraña cultivar...
    La vida nómade tiene eso de que permanecer todo un ciclo en un mismo lugar no sucede muy seguido.
    Sí he sembrado aquí, visto crecer por allí, germinado por allá...la Pachamama nos regala abundancia a cada pasito.
    Y México es tierra de pura abundancia...
    Como les contaba, vamos viajando buscando el agua, algún río, el bosque, la selvita... Y en casi todos los sitios donde hemos llegado, hay algún fruto que la pacha nos brinda.
    Durante los tres primeros meses de pandemia mundial, "encerrades" en la laguna milagros (Huay Pix-Quintana Roo) cosechamos coco, mango, y aguacate. Era la base de nuestra dieta. Leche de coco, agua de coco, queso de coco, crema de coco, y todas sus combinaciones. La palma tiraba cantidad! Lo difícil era abrirlos, pelarlos, quitarles la carne..todo un oficio que se fue aprendiendo (ahora en el desierto, cómo se extraña).
    El mango y el aguacate nos acompañó casi toda la ruta, de distintas formas, tamaños y sabores, siempre tan nutritivo y delicioso
    -En el sur al aguacate le decimos Palta. Y yo la conozco bien, porque en la casa de Pola, la casa que construyó mi abuelo allá en el barrio de Lugano (sur de capital, Bs.As.), mi viejo sembró un árbol de palta. Hace ya más de cuarenta años, y son los frutos más grandes y deliciosos. Pero eso es otra historia-...

    Quintana Roo, Chiapas, Guatemala, Oaxaca... Cacao.
    Enamorada del cacao, ver crecer sus frutos fue algo hermoso. Descansar a su sombra, ofrendarle alguna danza..nos fuimos antes de que este pa cultivarlo, ya será.
    Allá en Oaxaca, en una finca en Barra de navidad, a demás de crecer el cacao había sembrado un mundo de plátanos. Distintas especies, colores, texturas y sabores. Todos los cosechamos y probamos, creo que nunca como tanta cantidad de plátano como en esos días...y de mango, sí, siempre en México el adorado mango.
    Había sembradas piñas que vimos crecer, pero paso lo que a veces pasa que el vicio de seguir viaje nos sacó de la finca antes de que estén listas para saborearlas.

    En Realdecatorce, desierto, nos hablaron de un valle de frutales. Hacia allí fuimos... Ríos, tierrita húmeda...y universos de membrillo. Cosechamos cantidad, que luego la alquimia los trasnformo en dulce, y en pastafrola

    Subiendo la montaña, allaaa en lo alto de la Ciénega de Gonzáles, abundancia de manzanas. Rojas, verdes, grandes, chiquitas, algunas más dulces y otras más ácidas.. tierra de osos y manzanas. Otra vez gracias Pachamama por toda la abundancia que nos regalas a cada paso.
    Allí también cultivamos higos y duraznos, de los más dulces.

    Siempre cuando tomo el fruto de un árbol, o corto una ramita de alguna planta, tengo la costumbre de pedir permiso y agradecer..no es algo que piense, me salen solas las palabras y la intención. Porque es tanto tanto lo que recibimos...por eso también cada tanto hacemos alguna ofrenda, de eso ya les contaré en algún otro capítulo.

    En pleno desierto de Cuatrocienegas (Coahuila), ocurrió un milagro. En la plaza central del pueblo, una palmera datilera. Dátiles, un chingo de dátiles! Pacha sabe y ni escalera se necesitó..trepando la corteza, escalando la palma, cantidad de frutitos, de lo más dulce y delicioso...los pusimos a secar en el bichito, inventando lugarcitos para ordenarlos..ya van quedando los últimos así que pido al cosmos cruzarnos con alguna otra datilera pronto porque ahora que los conocí, no creo poder vivir sin ellos...
    Dicen que los árabes cruzan el desierto a puro estilo, siete por día como único alimento...Pues siete por día es un buen número así que en ese promedio estamos, cruzando México de sur a norte y de este a oeste, que se multipliquen!

    Hoy me encuentro escribiendo (desvelada), en un pueblito llamado Parras de la fuente, el paraíso de los nogales. Subiendo al cerro, todo lo que se ve es el follaje de los nogales que todo lo cubren. Las veredas están decoradas con nueces de más claras a más oscuras, desde pequeñitas a más grandes, según el viento que le haya tocado a cada árbol. Ya están abriendo, en unas horas cuando amanezca vamos a cosechar..y seguimos viaje.

    Universo, qué infinitas posibilidades tienes para nosotres hoy?

                     continuará...
    Tags :

    viajes cultivo cosecha permacultura huerta soberaniaalimenticia oficios

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