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Esta emoción va con una una lágrima y una sonrisa; ambas salen de mi corazón, ambas son buenas como tú, mi bailarina.
La niña bailar quería
en las nubes y en la brisa
y lanzaba su sonrisa
para el cielo todo el día
bailando se iba a dormir
y bailando amanecía
porque en el baile tejía
lo que estaba por venir.
No solo miraba al cielo
cuando las nubes pasaban,
miraba cuando cantaban
las palomas en su vuelo
y gozando ese cantar
ella vivía ilusionada
que hasta el viento en la enramada
la alegraba al coquetear.
No hubo niña más feliz
por lo que en la altura había,
que quiso elevarse un día,
ser más que tronco y raíz
y preparó su partida,
montaña arriba se fue,
no le importó irse a pie;
iba en busca de su vida.
"Quiero llegar hasta el cielo,
sobre una nube saltar,
y con el viento bailar,
y olvidarme de este suelo"
"no regresaré jamás
porque en el cielo está Dios,
con él, ya seremos dos,
quienes no ven para atrás".
Mas no pudo continuar
porque de pronto una roca
destrozando lo que choca
quiso su sueño arruinar.
Muda se queda al mirar,
sorda se queda al oír
y sin voz para decir
a Dios rezó en su pensar.
¿Sería por casualidad
que el cielo envió una centella?
¡Ay, Dios santo! gritó ella
y tembló de ingenuidad.
La roca se volvió escombro,
porque es que el cielo no falla
y hasta la sombra se calla
para dar paso al asombro.
De pronto llegó la noche.
En su casa no descansan,
sus familiares se abrazan
en la sala y en el porche.
La niña salió temprano,
nadie sabe para dónde,
como ella siempre se esconde
para jugar con su hermano.
La mamá mira hacia el cielo,
el papá hacia el cielo mira
y en ambas mirada estira
la esperanza, su alto vuelo.
La niña duerme segura
bajo una mata de paja
que hasta parece una caja
de regalo, por lo dura.
Sueña alegre con su casa,
con su madre que la besa,
con su padre y su tristeza
que por el llanto le pasa.
Despierta y le pide a Dios
que vuelva a ver hacia atrás,
pues no regresa jamás
si con ella, él no hace un dos.
Dios, volando como el viento
la manda pronto a buscar,
y un perro empezó a ladrar,
y el papá llegó contento.
Llorando salta a sus brazos,
y se le mete en su lecho,
y vuelve el padre a su pecho,
y vuelven a unir sus lazos.
Más tarde el padre la lleva
a la academia de danza;
la niña siente que avanza
hacia el sueño que la eleva.
Nube y viento son sus pasos,
montaña su disciplina;
dibuja de esquina a esquina
con su vaivén miles trazos.
Y ya sabe que ninguno
alcanza solo su ensueño;
por más que se ponga empeño
con Dios hay que hacerse uno.
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