Los tambores quedan más bonitos cuando los hace una mujer

Ruth Guhe, una luthier del tambor afrobarloventeño, nos convenció de que no es exclusividad de los hombres construir y ejecutar el instrumento que protagoniza las fiestas en honor al San Juan.

Una mañana piadosa de domingo, apenas el 13 de marzo pasado, Ruth Guhe tuvo la delicadeza de pasearnos a través de su singular universo de pasiones terrenas, donde conviven desde la ensoñación de un pueblo que enaltece sus orígenes, hasta la fuerza de la mujer que se revela ante la dominación y es capaz de ejercer el poderío de su vientre para hacerse sentir más allá de las disposiciones doméstica que ha establecido la sociedad machista.

Bella y orgullosa, nos hizo ingresar al Teatro Nacional de Caracas para brindarnos una visita guiada que desembocó en el balcón donde un público hipnotizado por sus tambores mágicos, aprendió de la vida una nueva lección: una mujer sí puede ser una excelente luthier.

Transcurría el día de cierre del 5to encuentro de mujeres creadoras en escena, actividad que desarrolla año a año un grupo de artistas venezolanas en el marco de la celebración del Día internacional de la mujer. Ruth hizo gala de su inmensa erudición, legado de sus mayores de Barlovento, pero también de Tenerife y El Hierro en las canarias españolas, para demostrar paso a paso cómo es que una “colorá” se puede arremangar la falda, invocar a los espíritus del bosque, recibir el permiso consagrado de la luna, e internarse a recoger la materia prima de sus instrumentos de percusión, que luego ella, con meticulosa maestría, va perfilando hasta convertir en culepuyas y quitiplás, tambores de fulía, minas, maracas, caránganos, etc.

Todo es mágico en los tambores que ella elabora para reverenciar al San Juan Bautista: desde el pueblito real e imaginario de Curipaya (que nace de unir a Curiepe con Capaya) que inventaron Ruth y su socio Johan Aguilar como sede artificiosa de sus corazones, hasta su vocación empresarial que no se interesa por ofrecer sus productos para la venta, sino para la devoción amorosa entre quienes deseen de corazón ejecutar los tambores como un acto de religiosidad popular, amor por la tierra y conservación de la identidad de la cultura afro-indígena-barloventeña-venezolana, como legaron matronas de la talla de Vidalina Blanco y Belén Palacios.

La velada culminó con tambor, baile y canto. Los más valientes “intentaron” tocar con la destreza prodigiosa del maestro Aguilar, y solo los más atrevidos bailaron al compás de los muchos repiques de esa región venezolana con marcada presencia afrodescendiente, donde cada tonalidad tiene su propio acento.

En el mundo virtual se identifican como @yosoycuripaya, pero en la vida real son piel, fe, música, encuentro y alegría venezolana, como lo resume Ruth con la sonoridad de su exclamación de pueblo: wuaaa!!!